Fuente: Diario del Norte
ENFOQUE: Una sensación de desesperanza, alimentada por el dolor, le marcaron el camino que debió recorrer Enith y su familia, buscando una pista que la llevara a dar con el paradero de su hija.
Fue un ritual que adoptó como estilo de vida. Levantarse cada mañana a caminar sobre las mismas huellas del día anterior, en un paisaje inmóvil, donde lo único diferente era la ilusión creciente de pensar que ese día sí la encontraría.
Después de cinco años de caminar el mismo trayecto, su cuerpo empezó a reclamarle descanso y se vio obligada a parar.
“El dolor más grande que se siente en el alma es la pérdida de un hijo”, expresa mientras un suspiro profundo acompaña sus palabras.
Enith es una mujer amable, de estatura promedio y delgada. Manifiesta que en su cuerpo es evidente el paso de los años. El conflicto armado irrumpió en su hogar y le arrancó un pedazo de su alma: la menor de sus cinco hijos (tres mujeres y dos hombres).
Se llama Claribel, una colegiala que un par de meses atrás, antes de su desaparición, había cumplido 14 años. Ella salió una mañana de su casa para el Colegio, luego de caminar 400 metros de calles empedradas y polvorientas de Villanueva, en La Guajira.
Entró a las instalaciones, se sentó en su salón y se concentró en la clase. Cursaba los últimos años para terminar la primaria. Pasadas las primeras horas de la jornada escolar, suena la campana para salir a recreo y los estudiantes se dispersan para hacer la pausa.
Ese primer descanso alejó a la estudiante aplicada y alegre, como la recuerdan sus familiares. En adelante, los días en ese hogar fueron de confusión, de preguntas sin respuestas: ¿dónde estará? ¿Quién la ha visto? ¿Con quién se fue? ¿Para dónde? En la mayoría de los pueblos Guajiros, las jornadas de clases se dividen en dos.
Claribel estudiaba en la mañana y debió llegar a su casa comenzando la tarde. En medio de la angustia y lo avanzado de la tarde sin saber de su hija, Enith salió a buscarla.
“Primero llegué al Colegio, pregunté por ella y me dijeron que había salido en descanso y no había regresado. Salí corriendo para donde las compañeras del colegio, pero nadie sabía nada, ni la habían visto después del recreo. Como si se la hubiera tragado la tierra”, sostiene Enith.
Años después de la desaparición de Claribel, la familia se dispersó, hubo distanciamiento y algunos se desplazaron para otros municipios de La Guajira. Siete años después, Enith recibe por medio de un vecino la noticia que jamás esperó escuchar.
“Me dijeron que en el cementerio de San Juan del Cesar habían traído tres cuerpos de mujeres sin nombre, que los habían enterrado y que creían que mi hija estaba entre ellos”, relató esta madre.
Las investigaciones adelantadas por funcionarias de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), que atienden el Plan Regional de Búsqueda Sur de la Guajira – Norte del Cesar, con injerencia en 10 municipios de La Guajira, determinaron que en el cementerio de San Juan del Cesar habían sido inhumados en el 2005 los cuerpos de tres mujeres sin identificación.
En esta intervención fueron recuperados 38 cuerpos, entre ellos el de Claribel, que fue identificado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Pasaron 26 años de la desaparición y el cuerpo de Claribel volvió a La Guajira, donde permanecerá custodiada por sus familiares y amigos. La entrega digna se llevó a cabo a través de un acto solemne en el municipio de Villanueva.
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