9 de abril de 2013

En El Molino, insólito suicidio de un menor de 12 años. "José Eduardo Gómez tomó garrapaticida de uso agrícola y nadie sabe por qué": familia

"Vivienda donde vivía José Eduardo Gómez Bayona, ubicada en el barrio El Centro de El Molino"
Por: Didier Hernández/ Twitter@villanueva24h
David Campo Pineda

Nadie tiene idea del cuál seria las razones por la cual un niño de escasos 12 años de edad, atendido y mimado en una elegante casa de estilo republicano donde vivía desde hace 10 años, decidió tomarse el contenido de un frasco de garrapaticida de uso agrícola para quietarse la vida.

José Eduardo Gómez Bayona estudiaba en la Institución Educativa Silvestre Dangond, en Villanueva y vivía “como niño bien” en una elegante vivienda del barrio El Centro del municipio de El Molino, de propiedad de un abogado.

"José Eduardo Gómez Bayona, de 12 años de edad quien tomó un veneno que segó su vida"
El infante tomo en sus manos una pala y se acercó a un cuarto en el patio de la vivienda donde jurisconsulto guarda, bajo llave, los insumos químicos e implementos utilizados en la atención de una finca de su propiedad en la zona rural de El Molino.

A través de una ventana  que estaba abierta, el niño introdujo una herramienta y con la parte ancha del implemento hizo que sobre la superficie quedara un frasco de Garrapaticida. Con cuidado sacó la pala, tomo el frasco con una de sus manos mientras dejaba la herramienta a un costado, en el piso. Destapó el recipiente y, llevándoselo a la boca, dejó que su contenido ingresara a su cuerpo.

Nadie en la casa lo vio tomarse el veneno. En una de sus frecuentes salidas al patio, una de las mujeres que desempeña sus labores domésticos, vio al niño con arcadas y vomitando, tambaleándose y casi cayéndose al piso, por lo que llamo a gritos a su compañera de trabajo para socorrerlo. Lo levantaron entre ambas y, como pudieron, lo trasladaron hasta las afuera de la casa. De ahí fue conducido al Hospital San Lucas, en El Molino, sobre las 12:00 del día, y trasladado luego al Hospital San Rafael de San Juan del Cesar, distantes unos 18 kilómetros, donde el niño lamentablemente murió.

Era como un hijo para la familia

Los rostros de la familia compendian la tragedia en toda su terrible magnitud: hay desolación y tristeza, asombro y dolor, porque el niño al que criaron como a su propio hijo desde que tenía solo dos años de edad no podrá acompañarlos nunca más a la finca, cada viernes, sábado o domingo cuando el jefe de la casa llegaba de Riohacha tras desocuparse de sus faenas profesionales.

El jurisconsulto recordó que la madre del menor, quien había trabajado en su casa, se lo había dejado en El Molino hacia diez años cuando regresó a San Diego, su municipio natal, porque sabía que al lado del prominente abogado y su familia el niño tenía garantizada una buena vida y un futuro nada despreciable.

Y así fue hasta el pasado 5 de Abril. José Eduardo era el amigo inseparable, el hijo menor y el apoyo incondicional de su mentor cuando regresaba a El Molino a descansar.

La madre biológica del niño nunca dejó de verlo, pues su relación con la familia siempre fue cordial. Su última petición, cuando le avisaron por teléfono la muerte de su retoño, fue que el niño recibiera cristiana sepultura en el municipio que lo vio nacer. Así, José Eduardo reposará por siempre a cincuenta kilómetros de El Molino, en San Diego, Cesar.

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