13 de abril de 2010

Sepultadas víctimas del siniestro de Urumita. En la paz, el dolor se mezcla con el olor a gasolina





Tomado por Diario del Norte
Fotografias: Didier Hernández

El sol brillo ayer con mayor nitidez. Sus rayos parecían calcinar a las decenas de personas que acudieron a la casa de doña Delfina Oñate, para darles el ultimo adiós a Jesualdo Gnecco, Pedro Miguel Olivella y Álvaro Altahona, tres de las víctimas del macabro siniestro de Urumita.

Doña Delfina, madre del “Ruiseñor del Cesar”, Jorge Oñate y de Jesualdo Gnecco Oñate, no pudo estar presente porque se encontraba recluida en una clínica de Valledupar, luego de ser sometida a una cirugía; pero su presencia se siente en todas partes, por ser la matrona del barrio el centro, en donde el dolor parece mezclarse con el olor a gasolina y almojábana recién hecha.

A las cuatro de la tarde el cortejo fúnebre salió hacia la iglesia San Francisco. Jorge Oñate y sus hermanos, parientes y amigos sacaron los tres cuerpos de la casa de la matrona Delfina. A esa hora el calor fue más intenso en la Paz, el paso del funeral paralizo todas las actividades. Un silencio invadía el parque principal, en donde habitualmente se concentran los vendedores de comidas rápidas, gasolina, almojábanas, y papayas. Todo habían cerrado sus negocios ambulantes para asistir al sepelio de Jesualdo, su nieto y su escolta, tres personas ampliamente conocidas en la región, relacionadas con el negocio de la gasolina, ganadería, el comercio y bienes raíces.

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