15 de agosto de 2018

El paso entre las dos Naciones ha sido catalogado como uno de los peligrosos del continente. Las hienas de la frontera Colombo – Venezolana siembran el terror en el departamento de la Guajira


"Llegar sano y salvo al puesto fronterizo venezolano de Paraguachón representa un enorme riesgo"
"Los pasos irregulares por las trochas son la maneras en que se burlan las normas del tránsito vehicular, con el fin de buscar una mejor vida"

Fuente Diario del Norte


"El paso entre las dos Naciones ha sido catalogado como uno de los peligrosos del continente. Las hienas de la frontera Colombo – Venezolana siembran el terror en el departamento de la Guajira"


Coyote se les denomina a los traficantes de personas indocumentadas en la frontera entre México y Estados Unidos. Una situación en la que los visos de ilegalidad están vinculados a prácticas de bandas criminales, que operan de manera subterránea.

En el área limítrofe entre Colombia y Venezuela, el calificativo de coyote un inteligente y hábil depredador, puede quedarse corto. La manera como actúa a sus anchas la delincuencia en territorio venezolano, definido como la zona Guajira', rebasa los límites del asombro.

No se trata de la incesante actividad que durante muchos años han desplegado grupos irregulares en una zona desatendida por el Estado, propensa al crimen organizado, paramilitarismo, contrabando, extorsión y narcotráfico, sino a la impunidad, a pleno día, con la que opera el hampa común, con la anuencia y a pocos metros de las fuerzas castrenses venezolanas, incapaces de repeler el vandalismo que azota una región extremadamente neurálgica.


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Código “Guajiro”

La frontera colombo — venezolana, tenida como una de las más peligrosas del continente, se ha convertido en el espantoso epicentro de asaltos y crímenes, a través de la imposición de unos códigos del terror, aparentemente "Guajiros", dada la mezcolanza de todo tipo de maleantes, escudados en la etnia dominante en la región.

La amenaza con sangre y fuego al tránsito de personas y al poco comercio lícito entre dos naciones hermanas en constante conflicto diplomático, maximizado con la diáspora provocada por la huida en masa de miles de ciudadanos espantados por la grave situación del vecino país, ha establecido un caos sin precedentes.

Ya no san las alcabalas que custodian los policías y los guardias nacionales venezolanos, con excesiva discrecionalidad, las que representan un escollo para los indocumentados o las personas que ejercen el contrabando de extracción de alimentos y gasolina, sino los numerosos, amenazantes e ilegales peajes, que deben sortear entre Sinamaica, pasando por Paraguaipoa y hasta llegar al puesto limítrofe de Paraguachón, los camiones con mercancía y los vehículos de pasajeros que se mueven en esta geografía.

Una ruta plagada de sobresaltos, tanto por el deterioro de la carretera como por los' ataques en gavilla de delincuentes, ante la escasa y apenas compulsiva respuesta de la autoridad en un país que pareció otorgarle licencia al libre albedrío de las bandas criminales.

Los `Zoneros'

Aquí no son los coyotes mexicanos sino una manada de auténticas hienas las que han creado un reino forajido, en el que, violando las más elementales normas de tránsito, los conductores deben utilizar a `zoneros', mujeres y hombres indígenas encima de la carrocería para que vayan abriendo a fuerza de billetes los pasos truncados con palos, piedras, conos y cuanto obstáculos puedan colocarse.

La barbarie opera en estas alcabalas siniestras, que cada día se multiplican, muchas de ellas ubicadas a escasos metros entre si y a distancia visible de los militares venezolanos,  imperturbables ante asaltos y ataques a los transeúntes, que han arrojado saldos lamentables muy cerca del aparente dominio de los uniformados.

Los pasos irregulares de las trochas para burlar una prohibición de tránsito vehicular, impuesta por el Gobierno venezolano, constituyen un capítulo mucho más denso, por espeluznante, de una peligrosa odisea con la que conviven quienes han hecho de la frontera colombo – venezolana su modus vivendi.

La Guajira, en su perímetro venezolano, denotado como Estado Zulia, es un territorio donde los derechos humanos están constantemente rebasados por una realidad que se escapa del control de las políticas de aquel Estado, Algo que no es nada nuevo y que se remonta a más de 50 años de las relaciones entre ambos países.

Colombia ha centrado mucho más la atención en el departamento de Norte de Santander para diseñar estrategias que permitan controlar los desmanes de una frontera menos compleja en su movilidad en comparación con los agrestes y violentos linderos guajiros. Solo habría que preguntarse qué están dispuestos a hacer las autoridades de ambos países ante tanta calamidad, que coloca diariamente en ascuas la seguridad binacional y en juego la vida de nacionales de aquí y de allá, sometidos al terror que siembran las hienas de la frontera.

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