"Llegar sano y salvo al puesto fronterizo venezolano de Paraguachón representa un enorme riesgo" |
"Los pasos irregulares por las trochas son la maneras en que se burlan las normas del tránsito vehicular, con el fin de buscar una mejor vida" |
Fuente Diario del Norte
"El paso entre las dos Naciones ha sido catalogado como uno de los peligrosos del continente. Las hienas de la frontera Colombo – Venezolana siembran el terror en el departamento de la Guajira"
Coyote
se les denomina a los traficantes de personas indocumentadas en la frontera
entre México y Estados Unidos. Una situación en la que los visos de ilegalidad
están vinculados a prácticas de bandas criminales, que operan de manera
subterránea.
En
el área limítrofe entre Colombia y Venezuela, el calificativo de coyote un inteligente
y hábil depredador, puede quedarse corto. La manera como actúa a sus anchas la
delincuencia en territorio venezolano, definido como la zona Guajira', rebasa
los límites del asombro.
No
se trata de la incesante actividad que durante muchos años han desplegado grupos
irregulares en una zona desatendida por el Estado, propensa al crimen
organizado, paramilitarismo, contrabando, extorsión y narcotráfico, sino a la
impunidad, a pleno día, con la que opera el hampa común, con la anuencia y a
pocos metros de las fuerzas castrenses venezolanas, incapaces de repeler el
vandalismo que azota una región extremadamente neurálgica.
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“Guajiro”
La
frontera colombo — venezolana, tenida como una de las más peligrosas del continente,
se ha convertido en el espantoso epicentro de asaltos y crímenes, a través de
la imposición de unos códigos del terror, aparentemente "Guajiros",
dada la mezcolanza de todo tipo de maleantes, escudados en la etnia dominante
en la región.
La
amenaza con sangre y fuego al tránsito de personas y al poco comercio lícito entre
dos naciones hermanas en constante conflicto diplomático, maximizado con la
diáspora provocada por la huida en masa de miles de ciudadanos espantados por
la grave situación del vecino país, ha establecido un caos sin precedentes.
Ya
no san las alcabalas que custodian los policías y los guardias nacionales
venezolanos, con excesiva discrecionalidad, las que representan un escollo para
los indocumentados o las personas que ejercen el contrabando de extracción de
alimentos y gasolina, sino los numerosos, amenazantes e ilegales peajes, que deben
sortear entre Sinamaica, pasando por Paraguaipoa y hasta llegar al puesto
limítrofe de Paraguachón, los camiones con mercancía y los vehículos de
pasajeros que se mueven en esta geografía.
Una
ruta plagada de sobresaltos, tanto por el deterioro de la carretera como por los'
ataques en gavilla de delincuentes, ante la escasa y apenas compulsiva
respuesta de la autoridad en un país que pareció otorgarle licencia al libre
albedrío de las bandas criminales.
Los
`Zoneros'
Aquí
no son los coyotes mexicanos sino una manada de auténticas hienas las que han
creado un reino forajido, en el que, violando las más elementales normas de
tránsito, los conductores deben utilizar a `zoneros', mujeres y hombres
indígenas encima de la carrocería para que vayan abriendo a fuerza de billetes
los pasos truncados con palos, piedras, conos y cuanto obstáculos puedan
colocarse.
La
barbarie opera en estas alcabalas siniestras, que cada día se multiplican,
muchas de ellas ubicadas a escasos metros entre si y a distancia visible de los
militares venezolanos, imperturbables ante
asaltos y ataques a los transeúntes, que han arrojado saldos lamentables muy
cerca del aparente dominio de los uniformados.
Los
pasos irregulares de las trochas para burlar una prohibición de tránsito
vehicular, impuesta por el Gobierno venezolano, constituyen un capítulo mucho
más denso, por espeluznante, de una peligrosa odisea con la que conviven
quienes han hecho de la frontera colombo – venezolana su modus vivendi.
La
Guajira, en su perímetro venezolano, denotado como Estado Zulia, es un
territorio donde los derechos humanos están constantemente rebasados por una
realidad que se escapa del control de las políticas de aquel Estado, Algo que no
es nada nuevo y que se remonta a más de 50 años de las relaciones entre ambos
países.
Colombia
ha centrado mucho más la atención en el departamento de Norte de Santander para
diseñar estrategias que permitan controlar los desmanes de una frontera menos
compleja en su movilidad en comparación con los agrestes y violentos linderos
guajiros. Solo habría que preguntarse qué están dispuestos a hacer las
autoridades de ambos países ante tanta calamidad, que coloca diariamente en ascuas
la seguridad binacional y en juego la vida de nacionales de aquí y de allá,
sometidos al terror que siembran las hienas de la frontera.
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