"El dolor se hace lágrimas en los jugadores de la albiceleste luego de su derrota ante Chile" |
Tomado por El Espectador
El dolor se hace lágrimas en los jugadores albicelestes. Aunque la mirada de Lionel Messi devuelve estupor. Se parece bastante a aquella que recorrió el mundo tras la final del 14 de julio de 2014 en el Maracaná, cuando el crack del Barcelona subió a recibir el premio al mejor futbolista de la competencia y se quedó paralizado frente a la copa de oro que, un rato después, alzaría Philip Lahm, capitán alemán. Los brazos en jarra, el alma agobiada, secuencias que se repiten en los canales de televisión de Argentina, mientras Chile vive una fiesta del fútbol. El subcampeón del mundo volvió a quedar en el segundo lugar del podio, esta vez en la Copa América, y su dorada generación, con La Pulga como principal figura, sigue sin poder cumplir con la deuda externa.
¿Cómo es posible que Messi, con más de un centenar de partidos y una década de prestigio al frente de la selección de Argentina, no haya conseguido un título con la mayor? Ya lo había advertido Javier Mascherano en los días previos, con el pasaje a los cuartos de final consumado tras el empate ante Paraguay y las victorias frente a Uruguay y Jamaica. “En la relación que tengo con el seleccionado, el más beneficiado fui yo, la selección no tanto. En resultados, no le pude dar a la selección todo lo que me dio a lo largo de mi carrera. Para mí, esta camiseta fue un impulso, una inspiración y, sobre todo, me favoreció en todo lo que me pasó. En ese sentido, estoy en deuda. Llegamos a la final del Mundial, es cierto. Pero no se ganó. Para mí no estuvo mal, pero para nuestro fútbol... Y hasta ahora, en mi hoja de títulos dice cero”, manifestó El Jefe, aliado de Messi, compañero en Barcelona, emblema argentino del Mundial de Brasil por su corazón, por su coraje, por el respeto que se ganó de los 40 millones de argentinos.Y no deja de ser una lectura adecuada. En una tierra prolífica en cracks, con Maradona y Messi a la cabeza, donde Argentina abrazó la gloria mundial en 1978 y 1986, esta nueva final que se les escapa de las manos pega en el mentón de un grupo de futbolistas extraordinarios. Y la necesidad de un título de mayores jaquea todo lo bueno que puedan devolver sus pies. Lo dice Mascherano, pero lo siente cada uno de esos jugadores que conquistaron campeonatos juveniles y hasta dos Juegos Olímpicos pero no lograron ratificar esa supremacía en las competencias de élite. Y a 22 años de la última conquista, la Copa América de Ecuador, había una ilusión muy grande de ser campeón continental, aquella que frenó Chile, en un resultado inédito, con otro argentino sentado en el banco, Jorge Sampaoli.
Messi, Mascherano, Pablo Zabaleta, Sergio Agüero y Carlos Tévez –aun con sus intermitencias– son jugadores que maduraron con la presión de ganar o ganar con la selección porque el pasado y la historia así se los exigían. En especial, a Leo, que tiene luz propia aunque muchos lo vean bajo la sombra de Maradona. “Esta generación de jugadores debe ganar algo”, dijo Martino antes de la Copa América. Sin embargo, una vez más quedó a mitad de camino.
El Tata ahora mismo quedó en el centro de la tormenta, justo cuando había instalado un debate en la sociedad futbolera argentina. “La verdad es que lo ideal sería contar con un equipo que sea mitad (Edgardo) Bauza y mitad Martino, así podría atacar un poco y defender otro tanto. Entonces, los periodistas estarían agradecidos. Pero la realidad es que históricamente los dirigentes fueron eligiendo entrenadores del seleccionado con ideas muy diferentes entre sí y eso provocó que el fútbol argentino no tenga identidad”, disparó. No le faltaba razón, porque así fue durante los últimos 40 años. De César Menotti (1978-1982) se pasó a Carlos Bilardo (1986-1990), ubicados en las antípodas de la pelota. Después surgió Alfio Basile (1994), que nada tiene que ver con el estilo de Daniel Passarella (1998), mucho menos con Marcelo Bielsa (2002). Aunque El Coco fue el único que ganó dos Copas América (1991 y 1993). Pékerman tomó la posta (2006) en Alemania, tras un breve regreso de Basile. Diego Maradona (2010) dirigió en Sudáfrica, Sergio Batista duró poco y nada y Alejandro Sabella llevó a la selección celeste y blanca al subcampeonato mundial, valorada por el logro, cuestionada por los puristas del fútbol, los mismos que respaldan la idea madre de Martino, más allá de la inesperada caída en la final. ¿Alcanzará con el fútbol de alto vuelo que se vio en la fase decisiva? Argentina, en cuartos y semifinales, fue mucho más que Colombia y Paraguay. Sin ir más lejos, llegó al último partido después de una goleada inolvidable. Pero Chile dio la sorpresa y lo derrotó en los penaltis. Volteó al gigante celeste y blanco, que ni siquiera en el primer lugar del ranquin FIFA puede gritar campeón.
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