25 de mayo de 2014

“Tengo un profundo dolor en el alma”: pastor evangélico preso en la Modelo

 "El pastor evangélico Manuel Salvador Ibarra y el conductor Jaime Gutiérrez Ospino, en la cárcel Modelo de Barranquilla"
Tomado por Zonacero.info
Sentado en una rústica cama de madera en el segundo piso del patio ‘H’ de la Cárcel Modelo de Barranquilla, el pastor evangélico de la Iglesia Pentescostal Unida de Colombia Manuel Salvador Ibarra y el conductor Jaime Gutiérrez Ospino no quieren recordar lo sucedido la mañana del domingo en donde 32 niños murieron quemados al incendiarse la buseta en que viajaban en el municipio de Fundación, Magdalena.
Manuel Salvador Ibarra, abogado egresado de la Universidad Libre de Barranquilla, dedicaba su tiempo al litigio y a la iglesia en donde se había propuesto hacer un gran campamento religioso para que todos los niños, niñas y adolescentes carentes de recursos por lo menos tomaran una merienda.
Atormentado por los hechos y el saber que su hija Luscelia Ibarra Ortiz de 7 años, el amor de su vida, murió allí calcinada junto a los otros niños, aprieta una vieja biblia contra su pecho mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
Junto a Manuel, el abogado, el líder espiritual, el amigo, está Jaime Gutiérrez Ospino un mecánico de oficio que se rebuscaba los fines de semana haciendo ‘marañitas’ con el bus siniestrado. También llora por la muerte de los niños. Sus manos  tienen las heridas frescas por las quemaduras recibidas al intentar sacar a varios niños.
“Con toda mi fuerza y mi alma saqué a los niños que pude mientras las llamas consumían todo”, dijo Jaime.
Consideran que ellos están allí, en la cárcel, porque Dios así lo quiere y aceptan esa decisión. No hablan con nadie. Lloran por los recuerdos. Lloran por los amigos, sus familias.
“Ayer me llamó mi hermano y dijo que vendría a visitarme, pero nadie viene estoy solo aquí, abandonado contando con la ayuda de Dios y del director de la cárcel que nos ha tratado bien”, sostuvo Gutiérrez.
Hasta la cárcel le han llegado apenas las versiones de que la iglesia está vacía y que todo cambió y que nada es igual. Nada.
En medio de la conversación espontánea, Ibarra dice que su hija Luscelia era toda su vida.
“Siempre la llevaba al colegio y después salía a manejar mis negocios jurídicos en Fundación, pero al mediodía iba a buscarla. Nunca la dejé sola, porque era todo para mí”, recordaba  Manuel Ibarra mientras sus lágrimas se derramaban por sus mejillas ya arrugadas por el tiempo y el insomnio.
Insisten en no hablar del momento que le trae horribles recuerdos, pero Jaime dice que eso es algo que nadie quiere que pase. “Nadie quiere que otro muera y menos nuestros niños”, sostiene mientras aprietas sus manos curtidas por el hierro y quemadas por la tragedia.
En la cárcel Modelo de Barranquilla los han acomodado en un cuarto amplio donde comparten celda con otros seis reclusos que siguen la palabra de Dios. Allí mismo toman los alimentos y tienen un baño al interior.
Manuel Ibarra pudo hablar con la esposa, Josefa Ortiz, quien se encuentra recuperándose de las heridas en un hospital de Santa Marta. Ella dice que tenga fortaleza y que lo necesita mucho para poder juntos salir adelante con tanto dolor.
Josefa no habla de sus heridas. Sólo llora por la niña que tendrán que sepultar los amigos porque sus padres no pueden hacerlo.
Mientras el director imparte las órdenes para salir del penal, Manuel Ibarra agradece la visita y junto a Jaime Gutiérrez pide que no los olvidemos...

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