Este año muchos vendrán a nuestro pueblo para ver cuál es la bulla, con mucha razón se ha dicho que en estas tierras respiramos vallenato puro y que en tiempos de quietud festivalera el sonido de un acordeón, una caja y una guacharaca, o las delicadas notas de una guitarra en una madrugada de serenatas, nos liberan de las penas y disimulan las miserias sociales. Por aquí somos folclor y el amor desbordante por el festival hace hermosamente frívola la idiosincrasia del villanuevero, hasta el punto que, por ejemplo, nos sumergimos en los más encarnizados e hirientes debates alrededor del diseño de un afiche del festival, mientras que nos mostramos pusilánimes para movilizarnos y rechazar socialmente las obras inconclusas (glorieta) que deben ejecutarse con nuestros recursos públicos. Cómica, grotesca, absurda o preocupante es la situación, cada quien tendrá su opinión, pero por aquí el festival acapara toda la atención.
Estar bajo los ojos de más visitantes hace que se deba asumir con mayor responsabilidad la organización del evento, aquel festín pueblerino ahora tiene una connotación mayor, de allí que, cualquier error grave en la próxima versión borrará con el codo lo que hemos hecho con las manos durante tanto tiempo.
Son varios los temas a considerar, el año pasado uno de los homenajeados de la presente versión, Rosendo Romero, en un foro organizado por la Universidad de la Guajira (Seccional Villanueva) hizo un llamado para que los espectáculos musicales, que con esfuerzo innegable ofrece el Consejo Directivo, se inicien a una hora moderada para evitar que su terminación se produzca cuando los rayos del sol despuntan en el oriente; puntualizaba que los niños deben tener la oportunidad de ver a los artistas vallenatos como Poncho Zuleta, Emilianito Zuleta, Jorge Oñate y, agrego yo, Diomedes Díaz; en la medida en que los infantes son los llamados a describir y transmitir a las próximas generaciones lo que vieron de los artistas que en algunos años llevarán el rótulo de juglares.
Soldado avisado no muere en guerra, es suficientemente claro que a muchos visitantes (salvo en la gran final) les importa un comino los concursos, el incumplimiento en los horarios de los espectáculos fue precisamente la crítica más contundente que se le hizo al festival de la leyenda vallenata del presente año. Este no es un tema menor, recientemente el Superintendente de Industria y Comercio anunció que próximamente se exigirá a los organizadores de espectáculos públicos en el país implementar un “registro de peticiones, quejas y reclamos” para hacer efectivos los derechos de los asistentes, entre ellos, que el evento inicie a la hora anunciada y, en general, que se cumplan las obligaciones asumidas por los organizadores.
Pero el tema de la puntualidad de los espectáculos artísticos no es el único reto que tiene el festival en la próxima versión, también debe garantizarle al espectador la debida seguridad y su comodidad evitando el “agüita” que rocían algunos espontáneos que se sienten en el Show de Jorge Barón; la transparencia e idoneidad de los jurados debe ser prioritario como se ha venido haciendo en los últimos años; la especulación en los precios de los hospedajes (y de otros bienes) es un tema frente al cual debe hacerse pedagogía, esa tentación es la que más afecta la imagen de las ciudades organizadoras de estos eventos; las esporádicas riñas de los borrachines deben controlarse inmediatamente por las autoridades; las denuncias en contra de los “amigos de lo ajeno” deben hacerse por la ciudadanía sin ninguna excepción y la policía debe tener una reacción oportuna; la amabilidad con los turistas, concursantes y periodistas debe ser una norma de conducta de todos; en fin, con estos y otros temas debemos demostrar, como siempre lo hemos hecho, que somos excelentes anfitriones, que nuestro modesto festival es grande en tradición y está a la altura de las grandes fiestas de Colombia.
Sí bien la gran responsabilidad del éxito del evento gravita en cabeza del Consejo Directivo del festival, no menos cierto es que, las autoridades administrativas y la sociedad en general no pueden ser inferiores a las expectativas que los visitantes tienen frente al segundo festival vallenato más importante de Colombia. Nos concierne a todos actuar con calidez y grandeza porque en estos días ¡Villanueva se pone de moda!.
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