19 de mayo de 2010

Costumbres que perduran

Por: Hernán Baquero Bracho

En la carretera nacional a cuarenta minutos, aproximadamente de Valledupar, en el departamento de La Guajira, está ubicada Villanueva, un pueblo que como todos los pueblos de nuestra provincia, tiene su propia historia opaca a los ojos de algunos y muda a los oídos de otros; quienes hemos prestado un ápice de atención a los fenómenos socioeconómicos que han sacudido la estructura de nuestra sociedad podemos parangonar, sin temor a equivocarnos, entre un villanuevero proyecto y un villanuevero recién fabricado.

El Villanueva de nuestros abuelos, surtido de costumbres connaturales, que se despertaba bajo un coro de campanas acompañadas por el canto de los gallos y de las aves que adornaban el panorama natural. Donde cada pueblerino cumplía con su destino como si lo hubiera interpretado en pergaminos parecían ser perpetuas sin darse cuenta que sucumbían en la epidemia devastadora traída por el tiempo. En todos los contornos se daban hechos análogos, de la imagen transfigurada y transportada de otro; con personajes similares; los mismos chistes y dichos, los mismos utensilios domésticos, borrachos parecidos dormidos e idénticos antes, hasta las mismas deformaciones y contracciones en el lenguaje, que tanto nos han identificado como miembros de una comunidad especifica.

Entre lo más expresivo de todas estas manifestaciones encontramos las legendarias parrandas, colitas y cumbiambas amenizadas con música vallenata que en muchas ocasiones silenciaban el coro de campanas y gallos, en amaneceres ingenuos, revestidos de una recia tradición folclórica que se ha extendido hasta nuestros días y trascenderá, a muchas generaciones, aunque, como es lógico con protagonistas diferentes.

Compartir con amigos un sancocho cocido en el típico fogón de leña, al compás de un acordeón, caja y guaracha, ha sido el legado más apetitoso que nos han dejado nuestros abuelos. Para revivir con más satisfacción estos momentos, cito complacido los nombres de Emiliano Zuleta Baquero, Antonio Amaya, Escolástico Romero, actores y autores innatos de muchos de estos actos y que han heredado a sus familiares el patrimonio indeleble de ejecutar música vallenata.

Si en estos momentos detenemos nuestra atención en Villanueva, observamos que muchas de las mencionadas costumbres han quedado sepultadas en el lodo putrefacto dejado por el flagelo de la “Bonanza Marimbera” y el flagelo de la violencia, por todos ya conocida, que trajo consigo el enriquecimiento repentino y desequilibrio de un pueblo que no estaba preparado para recibirlos y la vida sosegada y laboriosa que reinaba se cambio por una Villanueva ilustre cuna del acordeón en Colombia, cabalga ansiosa por los senderos del progreso, con sus hijos connotados en las diferentes profesiones, muchos altruistas, otros, el gran obstáculo de su desarrollo. Para todo Villanueva debe ser un honor saber que la aurora de un nuevo día acariciará su tierna piel de infante y lo verá crecer y caminar sobre las piedras que adornan las legendarias y deterioradas calles, que hoy son sepultadas mostrando la silueta de una imponente ciudad.

Nuestra hermosa Villanueva, matriz de los grandes valores de la música de la provincia, música que es el alma y expresión de un pueblo franco y pacifico, un pueblo que canta, baila sin perder nunca la confianza en sí misma ni la alegría de vivir; realiza su festival CUNA DE ACORDEONES, nombre que por profundas razones, ningún pueblo el país tiene autoridad para criticar. Este es el despertar de un acordeón, una voz, una caja y una guacharaca que desde la tarima ESCOLATICO ROMERO, del primero al cuatro de julio, emitirán sus sonidos para consagrar a la capital de la piedra atalaya, ama y dueña de su futuro. Para nosotros los ex presidentes nuestro festival lo hemos denominado “Un estado de alma convertido en pasión”. Desde ya el actual consejo directivo como todos los años está organizando dicho festival que es “patrimonio cultural y artístico de la nación” para ser uno de los mejores a nivel nacional. Las costumbres que perduran en nuestro pueblo se sentirán refrendadas por todos los visitantes de Colombia entera.

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