Por: Adrian Alberto IbarraHe sido muy afortunado al tener la oportunidad de escuchar por años los sabrosos relatos de mi tío Songo, o del Profesor Ustariz como es conocido por muchos en Villanueva. Increíble tipazo. Caballero de formidable prosa, fresca entonación y noble gracia gesticular; lleva una vida completa educando generaciones de paisanos. No hay duda de que en sus historias se encuentra el germen de muchos elementos de mi condición, y han sido el medio de aproximación a muchas de las cosas que no vi nunca.
En esas referencias de mi tío se advierte un maravilloso Río Villanueva, y se puede incluso visualizar al son de esa dicción fascinante su perenne caudal de antaño. Se pueden sentir sus aguas gélidas y en rápido avance, agresivo y revuelto en invierno y de mansa claridad en verano, siempre vigoroso y decidido, serpenteante descendiendo con ímpetu por su lecho de cantos rodados. Un río de de pasos y pozos hondos y jugosos, de retozos en neumáticos y zambullidas de cabeza desde el puente. De alegres lavanderas y paseos en sus riveras. De barrancos y matorrales cómplices. De inspiración para poetas. Así era el Río, así lo vi en esas historias.
Absolutamente nada que ver con el raquítico hilo de agua que vemos a menudo hoy. Tristeza, eso es lo que causa ese lánguido riachuelo que lucha por no desaparecer, sin éxito además, porque la mayor parte del tiempo lo que vemos es su lecho pedregoso. Desde el puente se ve la gran alfombra de arena y piedra gris, agreste y estéril; en las orillas vegetación agonizante, custodiando el gris rio de piedras, gris como su destino.
Alguien podría decir, y en principio con razón, que la memoria de mi tío y su retorica están más cerca de la literatura y la ficción que de un juicio objetivo al respecto. Que no, que el río siempre fue así como lo vemos, y que su pasado glorioso sólo existe en aquellos relatos en los se le hace juego a la vieja y trillada máxima de que todo tiempo pasado fue mejor. Y así lo entiendo, apegado a mi formación como ingeniero, que no admite otra posición que las que se deriven de los cálculos sobre modelos hechos en base al análisis y la experimentación, o en alguna medición por lo menos. Pero mediciones no hay, y antes de hacerlas, bien se deben tener en cuenta las evidencias, aunque sean basadas en la percepción, o la observación digamos, para acercarnos más al lenguaje científico.
Es evidente el deterioro del Río Villanueva, con el paso de los años claramente lo hemos visto. El cambio es dramático. No es el mismo río de mis tiempos en el Liceo Colombia, cuando los sábados de Educación Física comenzaban con una avena en el mercado y terminaban con un chapuzón en el río. Escudriñando en mis recuerdos puedo incluso proponer un indicador más claro, para lo cual es clave mi amigo Joel Rumbo. Yo mismo lo vi hacer clavados de cabeza desde el puente cuando el río crecía. Guardo ese recuerdo con la fijación y el respeto que tengo hacia las cosas de las que no he sido capaz, y debo decir que no sólo era él, eran muchos a los que no les importaba partirse la crisma allí y también se tiraban. Hoy, eso parece un chiste. Habrá temerarios, pero no estúpidos, y sólo hay una causa: el nivel del río, por crecido que esté, no da para eso.
Mucho se habla, aunque en Villanueva no tanto, de la escasez de agua en el mundo, en 15 años el 60% de la población mundial tendrá insuficiencia en abastecimiento de agua. Las Naciones Unidas (ONU), han advertido que a medida que el planeta se caliente y se seque, podríamos presenciar conflictos y guerras a causa de este recurso vital, los expertos creen que el acceso al agua es uno de los mayores desafíos que enfrenta el mundo en la actualidad. Y mientras esta realidad merodea por foros y estudios en el mundo, aquí sólo seguimos observando (y observando es mucho) cómo el río sigue perdiendo la pelea.
Las directrices nacionales y departamentales apuntan acertadamente hacia la llamada “revolución del agua”, planteando la optimización y reconstrucción de los sistemas de acueducto y alcantarillado de los Municipios en la Guajira por un valor que sobrepasa los 90 millones de dólares; esta semana se supo que la gerencia de proyectos será la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá EAAB, lo cual en principio dada su trayectoria, es prenda de garantía para que se lleve a cabo este ambicioso objetivo, ya era hora, un departamento con tanta riqueza en sus entrañas merece por demás que todos sus habitantes tengan acceso a agua potable. Pero entre tanta obra, y tanta inversión resulta por lo menos deseable iniciar una reflexión acerca de las fuentes de abastecimiento.
Vale la pena ir ambientando el debate sobre el futuro de ese abastecimiento y más en el caso de Villanueva donde se tiene previsto que el surtidor es nuestro agónico Río, esta discusión es realmente importante, en últimas ¿qué hacemos con un acueducto y sin río?
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