Un arhuaco, indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta, rompe el silencio de una mañana de montaña pegada al cielo con un canto del acordeón. Es una imagen inusitada y poderosa, un sonido inesperado que se aleja de cualquier idea que pueda tenerse sobre el vallenato parrandero. Esa es justamente la riqueza de Los viajes del viento, la más reciente película del cineasta Ciro Guerra (Río de Oro, Cesar, 1981), quien lejos del exotismo construye un viaje por el norte de Colombia, revisa sus paisajes, muestra las costumbres fiesteras y amorosas más arraigadas de la gente y, sobre todo, demuestra la honda penetración que ha tenido el vallenato en toda la costa caribeña.
La cinta, que se estrenará el 30 de abril en pleno Festival Vallenato, transcurre en 1968 -año del primer festival- y cuenta la historia de Ignacio, un experimentado juglar que, agotado por la condena impuesta por el diablo de no dejarlo descansar de tocar el acordeón, decide devolvérselo a su dueño, su maestro, para por fin abandonar su trasegar de pueblo en pueblo y morir en paz. Se trata, ni más ni menos, del poema épico, universal, sobre el viaje del héroe hacia sus raíces. A ese periplo que se inicia en Majagual (Sucre) y termina en Taroa (Alta Guajira) se suma el joven Fermín, quien le pide al maestro que le enseñe a tocar el instrumento, algo que considera una iniciación hacia la adultez. En formato de road movie, ambos irán recorriendo ese gran paisaje de ríos, sabanas, montañas y desiertos que constituyó hace más de medio siglo el Gran Magdalena, hoy dividido entre los departamentos de Magdalena, Cesar y La Guajira. Cada paso será un universo único, con acentos, paisajes y costumbres propios que demuestran la diversidad y riqueza del norte de Colombia.
La elección de 1968 como el año de los acontecimientos no es en absoluto arbitraria. Para Guerra ese fue el punto de quiebre del vallenato: el final de la época de los juglares -único vínculo que tenían con las noticias muchos de los pueblos aislados del país- y el inicio de una nueva era. De hecho, apenas un año atrás había sido publicado ese gran vallenato de 300 páginas -como el mismo García Márquez lo describió- que es Cien años de soledad. Las productoras Cristina Gallego y Diana Bustamante no escatimaron en gastos y por eso en el casting involucraron a los mejores músicos, a reyes vallenatos, a maestros de los duelos musicales -piquerias- y a reconocidos intérpretes de las diversas regiones: Marciano Martínez, Rosendo Romero, Beto Rada, Guillermo Arzuaga, José Luis Torres, Aniv Agunacha, J.J. Murgas, Jhony Cervantes, 'el Pibe' Barrera, el grupo Son Palenque y Justo Valdez, entre otros.
ORIGENES REMOTOS
Si bien el vallenato tuvo que esperar hasta los inicios de los años cuarenta para reconocerse como tal, los ritmos que lo conforman -puya, paso, merengue y son- sí existían desde mucho antes. Incluso etnias como los arhuacos, de la Sierra Nevada, lo interpretaban con gaita, y desde finales del siglo XIX tocaban una versión del acordeón, que era utilizado en la parrandera y el icanusi -danza del diablo-, "dos ritmos que pese a ser más elementales que el vallenato se asemejaban en su esencia", según Tomás Darío Gutiérrez autor del libro Cultura vallenata: Origen, teoría y pruebas. Mostrar esa variedad y riqueza era esencial para el director. Quería exponer un Caribe diverso y rico, alejado de esa imagen unificada, "parrandera y gritona" que el interior tiene de la costa norte. "La cumbia atraviesa el río Magdalena y en sus partes altas se vuelve bullerengue -dice Guerra-; en Córdoba, suena el porro; más abajo están las letanías y los alabaos; luego viene el chandé. Un centenar de ritmos nos atraviesan, pero el vallenato es el único en América Latina que integra de manera equivalente la mezcla que somos: lo negro por medio de la caja, lo blanco por medio del acordeón y lo indígena por medio de la guacharaca".
Félix Carrillo Hinojosa -rey vallenato en 1999, investigador y responsable de que exista hoy una categoría para esta música en los Grammy Latinos- piensa, sin embargo, que la película desvirtúa la trayectoria del género al presentar su desarrollo de sur a norte, cuando fue al revés, pues entró por La Guajira y fue bajando. Aun así, Guerra alega que el final en la Alta Guajira respondió a la necesidad narrativa de poner fin al periplo del juglar. "Ignacio necesita llegar al principio de las cosas y por eso desanda sus pasos -replica el cineasta-. La Guajira es viento y el acordeón produce el sonido del viento. Por eso termina allá, porque regresa a la raíz".
LA NUEVA ERA
De cualquier manera, aquel viaje, al derecho o al revés, es épico como la historia nacional. El vallenato desata pasiones, no puede evadirse de la violencia del país, cruza por tierras que han sufrido masacres y expone los albores de la 'bonanza marimbera'. "Cantamos una música con sentimiento y, a diferencia de tantos poetas que se inventan pesares, lo que cantamos no se inventa, se siente", expresa Marciano Martínez, cantante y compositor vallenato que hace el papel de Ignacio. Y como explica el periodista Alberto Salcedo Ramos -quien justamente dictará un taller de crónica para la Fundación Nuevo Periodismo que tendrá por tema el Festival Vallenato-, este género "tiene el poder de sus historias y la gran capacidad de penetrar en el paisaje al que pertenece". Para él, un hombre como Escalona no llegó a la poesía porque haya leído a Pessoa o a Petrarca, sino por la habilidad y viveza de haber estado atento cada vez que su abuela hablaba. Porque supo transformar el entorno en canción. "Los grandes juglares han sabido que el canto es más importante que el cantor, y que lo hacen porque tienen una necesidad de desahogarse", añade Salcedo.
Los viajes del viento ha sabido expresar con tanto acierto ese desahogo, que es probable que el Festival de Cannes la invite para su selección oficial. Y por eso mismo el director Sandro Romero, que la calificó de "única, ambiciosa y compleja", presiente que con ella "finalmente algo bueno se viene encima del cine colombiano".
LAS CIFRAS DE 'LOS VIAJES...'
- 10 versiones del guión.
- 4 viajes de investigación, producción preliminar y definición de escenarios.
- 4 meses y medio de preproducción con todo el equipo en Valledupar.
- 5 meses de talleres de preparación para los actores.
- 9 semanas de rodaje.
- 5 meses de posproducción en Colombia, Argentina y Holanda.
- 13 versiones de montaje.
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