20 de abril de 2009

Dolor de Patria

Por: Hernan Baqero Bracho
"La Guajira es una dama reclinada, bañada por las aguas del Caribe in­menso y lleva con orgu­llo en sus entrañas sus riquezas guardadas, or­gullo pa' mi pueblo...”.

Así comienza una can­ción del desaparecido compositor Hernando Marín, quien aquí resume, con un certero re­curso poético, al departamento que tanto amaba.

Y es que La Guajira es un territorio especial de nuestro País, algo así como un punto de re­ferencia de la Colombia de todos los tiempos, con sus virtudes y vicios. Sus soledades y su poesía. Múltiples factores convergen para que La Guajira posea esa identidad particular. El principal de ellos, quizá, es la multiétnica que aquí se suscita.

Como rey indiscutible de ese pluralismo racial se erige el indígena wayúu, amo absoluto del de­sierto rojo de nuestra gran península. Pocas na­ciones indígenas tienen tanto mérito como es­tos habitantes de la república del viento. Ellos han luchado por mantener su tradición, sus cos­tumbres, su cultura resplandeciente.

A pesar de que una línea del tren cruza la tie­rra como una colosal herida de puñal, y de que el tren no se detiene ante nada ni ante nadie, ellos han mantenido incólume su cotidianidad. En medio de las profundidades del desierto, las mujeres wayúu caminan altivas con sus man­tas de colores infladas ante el viento.

Definitivamente, la civilización ha sido ingrata con La Guajira. Con el indígena wayúu si ha sido triste y lastimera. La explotación del Cerrejón, es poco lo que le ha significado para el mejoramiento de su entorno, donde por un lado el paso del tren con su riqueza, poco es lo que se ha sembrado en ella, especialmente en sus rancherías las cuales solo se les ha entregado premios de consolación, verdaderas migajas, en comparación con los dólares que produce el carbón y por otro lado las transferencias multi­millonarias que ha recibido la etnia en cabeza de los municipios de Uribia y Manaure por con­cepto de ser resguardos indígenas. ¿Quiénes se han quedado y se han beneficiado de dichas transferencias a través de tantos años? de ver­dad esto produce dolor de patria, en territorio colombiano.

Por otro lado está la falta de visión y misión que ha tenido la clase dirigente en cuarenta y tres años de vida administrativa con La Guajira. Es una verdad de a puño que todos los gobernantes han hecho cosas buenas, pero también es una verdad que estos mismos gobernantes que ha tenido La Guajira han hecho cosas malas por el departamento y por su gente. ¿Cómo arre­glar esta situación?

No hay derecho que un departamento tan rico en recursos naturales y humanos, por la pura miopía de sus dirigentes sea de los más depri­mentes de la patria. ¿Qué pasará, dentro de la visión país, con La Guajira a término de dieci­nueve años? ¿Seguirá enfermo de visión de fu­turo, o entrará en cuidados intensivos por falta de cohesión entre sus dirigentes y su comuni­dad? ¿Cuándo aplicaremos un proceso de re­ingeniería a todo el sistema? ¿O no seremos capaces de dar un viraje en bien de una mejor calidad de vida de todos sus habitantes? Todo lo anterior produce dolor de patria. La Guajira, definitivamente, merece que se le quie­ra más.

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