4 de abril de 2009

¿Que Somos?

Por: Hernan Baquero Bracho
A raíz de los acontecimientos mundiales, referente a crisis de liderazgos, torturas, asesinatos y dictaduras que se dan en el globo terráqueo, he querido a manera de reflexiones, de la crisis espiritual que está viviendo el mundo civilizado, en la mayor parte del planeta. Hemos sido denominados una raza de “gigantes nucleares y enanos éticos”. Somos materialmente monstros y moralmente enanos. Podremos impedir el cáncer, curar la tuberculosis, cortar la enfermedad; volar más rápido que el sonido, dividir el átomo, conquistar el espacio; sin embargo, somos incapaces de controlar las emociones de un solo hombre.

Somos impotentes frente a aquellos prejuicios de bandera, de color de piel, de bolsa y de oraciones. No podemos inventar una penicilina política que pueda reducir la fiebre de la sospecha y del odio. No existe antibiótico para protegernos contra el soborno y la corrupción. No podemos aislar los bacilos de la indiferencia. No podemos vacunar contra esos males a nuestros países. No podemos operar. Si el ojo fuera ungido y alumbrado con el colirio del conocimiento de Dios, de seguro descubriría que una manada de bestias voraces se han reunido para alimentarse de la carroña de las almas humanas.

Somos así, las víctimas de nuestra propia genialidad en el trato con la materia y de nuestra propia estupidez en el trato con los hombres; somos, en verdad, gigantes nucleares y enanos éticos. El desenvolvimiento técnico ha reducido nuestro globo terrestre a una pequeña piedra. Todo lugar del planeta está ahora al alcance del halcón. Cuando la sombra del pájaro desciende sobre una región, nadie puede decir si es amigo o enemigo. La nación que hoy es aplaudida y elogiada en los noticieros, es la que mañana será escarnecida y criticada. Dentro de este granito de arena que es el mundo, una humanidad asustada está alerta, como en los libros de cuentos de antes. Los hombres, por todas partes comienzan a preguntarse si no habrán pagado muy caro por estas grandes conquistas materiales, las cuales, por un capricho momentáneo de los gobernantes mundiales, podrán ser barridas para siempre.

¿Hacia dónde hay que volverse? Pregunta el hombre ¿Dónde está la esperanza? El hombre es un ser espiritual, no un animal. Si su corazón se vuelve hacia Dios y hacia las cosas del espíritu, será un gigante, no solo nuclear si no ético también. Si su corazón se vuelve hacia sí mismo y hacia los placeres materiales del cuerpo, llegara a ser un enano moral, más parecido a un animal irracional que a un ser humano. Estará tan aprisionado a los placeres de la carne que ni siquiera reconocerá el espíritu. Por el contrario, lo ridicularizará como cosa fanática y trasnochada, cuando en realidad el mismo es cosa muerta.

El hombre ha colocado su corazón “en aquello que perece”. La más rápida ojeada del estado actual de nuestra sociedad revela esa amarga verdad: cada año gastamos más billones en bebidas alcohólicas que en educación. Cada año gastamos más billones en cosméticos, en distracciones, en todas las formas de placer que en educación. ¿Cómo les parece?

Nos estamos creando una civilización productora de placer y no de bienestar. Deberíamos crear ambos. Hemos vuelto nuestra espaldas a Dios y, consecuentemente, a nuestros semejantes. Estamos muriendo con el narcótico del materialismo y convirtiéndonos en sus propagadores por todo el mundo. Ya no podemos saciarnos más de ese narcótico. Nos encontramos entorpecidos para los más elementales placeres y alegrías de Dios, del hogar, de la familia, y de la amistad cordial de nuestros semejantes. Corremos detrás de los placeres y no en busca de la verdad. Y deberíamos usar de ambos. Debemos ser equilibrados, seres humanos maduros aprovechando todas las maravillas de la vida, toda la alegría y luminosidad que tiene; viviendo una vida ordenada, completa, fructífera, útil, llena de felicidad y rodeada del amor reconfortante de nuestras familias ¿Qué somos? Como dijo Cristo nuestro Señor, debemos atesorar tesoros en el Cielo. Porque allí donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

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